En una situación que no resultó como esperaba debido a una acción “poco afortunada” de mí parte.
Es que solemos cavilar acerca de diversas decisiones desacertadas que hemos realizado o de equívocos de los que hemos intervenido, con saldo “negativo” en nuestro haber, los cuales, por lo general, consideramos en su conjunto una “gran” equivocación. Suponemos que estuvimos muy mal o que erramos, pero nunca nos detenemos a pensar en que, tal vez, se trata de “nuestro mejor error”.
Porque como seres humanos, estamos propensos a tomar tanto decisiones buenas y positivas, que nos estimulan a dar el siguiente paso para acercarnos a lo que deseamos, como medidas que entorpecen, nos hacen retroceder o incluso dificultan o imposibilitan el llegar a buen puerto.
Nos sucede a todos, aunque obremos de buena fe, demos lo mejor de nosotros mismos y pongamos nuestro mayor empeño en ello, esto es sabido.
Lo que no es tan tenido en cuenta o apreciado es lo que sucede después.
Porque tanto el proceso como el resultado de “equivocarnos” y de no obtener lo que anhelábamos y quisimos conseguir nos han dejado enseñanzas valiosísimas.
A veces se adquieren conocimientos de manera simple y fluida, otras, con más de un golpe, decepción y sufrimiento.
De hecho, “crecer implica aprender de ambas maneras”.
Las enseñanzas originadas por resoluciones desacertadas o por hechos dolorosos son verdaderos hitos que nos muestran, claramente, quiénes hemos sido y en quiénes nos hemos convertido después de sortear esas dificultades.
Nos permiten desarrollar nuestras propias experiencias, entender razones ocultas muy dentro de nosotros y poder emerger y salir a la luz desde adentro, con firmeza, respaldados por nuestras convicciones y por nuestra verdadera personalidad, que ve la luz del sol quizá por primera vez, sin importar cuántos años de vida hayan sido necesarios para llegar a este excelente presente.
Todo este despertar, de otro modo, no habría sucedido.
Por eso, la próxima vez que tomes una determinación “fallida”, trátate bien, piensa en la totalidad del entorno, de las circunstancias y de los efectos de lo sucedido y comienza a entender de qué manera capitalizar lo que ha sucedido a tu favor.
L. La Villa