Wednesday, September 18, 2013

7 de ellas.

Cuando el proyecto de Dios empieza a fallar.

Para mantenernos fieles a Dios tenemos que ser leales a Él y a Su Palabra.
Para ello es necesario “ser paciente  y perseverar”  entre otras cosas en 7 de ellas que son elementales:

La auto aceptación (ser uno mismo y tener sana autoestima),
El auto control (dominio propio),
La coherencia (testimonio de vida),
La constancia (persistencia)
Y en la oración (diálogo permanente con Dios),
También en la humildad y obediencia.
Si fallamos en uno de estos siete elementos empezamos a claudicar y, entonces,  el proyecto de Dios a través de nuestras vidas empieza a fallar.

Thursday, September 5, 2013

No es difícil definir la libertad.

Lo difícil es entenderla. Entender que mi libertad no termina donde comienza la de los demás, sino que todos tienen una libertad propia y en conjunto tal vez. Y estas dos deben de funcionar en armonía para existir. Si yo deseo hacer algo que dañaría la libertad de alguien más, debo evitar hacerlo y buscar una alternativa a esa acción. O bien negociar con ese individuo para no dañar su libertad.
Es fácil definir la "no libertad", es decir aquellas cosas que se hacen no por voluntad propia y que nos desagradan. Pensemos entonces que para ser libre se tiene que tener conciencia de uno mismo y voluntad para realizar las acciones que queremos.

Libre no es quien hace lo que quiere,  si no,  quien hace lo que debe hacer. Muchas veces la libertad suele ser confundida con un " yo hago lo que quiero" pues esta es una confusión entre el uso de la libertad y el libertinaje. No es libre quien hace lo que quiere pues la auténtica libertad se manifiesta en aquel que hace lo que debe hacer, haciendo uso de valores morales y éticos.
Lo anterior solo es una opinión y unas ideas propias bajo las que yo me rijo. Solo el yo puede decir que es su libertad. Es indispensable que busquemos dentro de nosotros mismos ser libres, pues solo a través de esta búsqueda personal es como llegaremos juntos al valor humano del que más nos sentimos orgullosos.

La libertad tiene continuación…

Wednesday, September 4, 2013

El cardenal Ratzinger explicaba que nuestra visión del mundo suele seguir un paradigma “masculino", donde lo importante es la acción, la eficacia, la programación y la rapidez. Y concluía que conviene dar más espacio a un paradigma “femenino", porque la mujer sabe que todo lo que tiene que ver con la vida requiere espera, reclama paciencia.

Lo contrario de este principio es la prisa y el cortoplacismo que llevan a la impaciencia y muchas veces también al desánimo, porque es imposible lograr objetivos de entidad en plazos cortos.

A estos nueve principios habría que agregar otro que afecta a todos los aspectos mencionados: al mensaje, a la persona que comunica y al modo de comunicar. El principio de la caridad.

Algunos autores han destacado que, en los primeros siglos, la Iglesia se extendió de forma muy rápida porque era una comunidad acogedora, donde era posible vivir una experiencia de amor y libertad. Los católicos trataban al prójimo con caridad, cuidaban de los niños, los pobres, los ancianos, los enfermos. Todo eso se convirtió en un irresistible imán de atracción.
La caridad es el contenido, el método y el estilo de la comunicación de la fe.
La caridad es el contenido, el método y el estilo de la comunicación de la fe; la caridad convierte el mensaje cristiano en positivo, relevante y atractivo; proporciona credibilidad, empatía y amabilidad a las personas que comunican; y es la fuerza que permite actuar de forma paciente, integradora y abierta.  Porque el mundo en que vivimos es con demasiada frecuencia un mundo duro y frío, donde muchas personas se sienten excluidas y maltratadas y esperan algo de luz y de calor. En este mundo, el gran argumento de los católicos es la caridad. Gracias a la caridad, la evangelización es siempre y verdaderamente, nueva.  

Hablemos sin gritar, para poder escuchar.

A todo volumen. Gente que grita. Cada vez hay más ruido en este planeta. Y el nivel de ruído es desde luego mucho mayor en los países "desarrollados". Y dentro de estos el ruído es mayor en las grandes ciudades. Parece que quisieramos caminar hacia el ensordecimiento final. Y, lógicamente, cada vez escuchamos menos.
El ruido nos estresa. Pero a veces también nos sirve para huir de los demás y de nosotros mismos. Mucha gente necesita el ruido para subsistir. Muchas personas son incapaces de estar en silencio consigo mismo.
Y en las relaciones entre personas, cada vez hablamos más y escuchamos menos. Y a veces,  no hablamos, sino que gritamos. Los hijos les gritan a los padres, los padres les gritan a los hijos, el marido le grita a la mujer, la mujer le grita al marido, los hermanos se gritan entre sí.
Deberíamos construir un mundo más silencioso. Y para ello podemos preguntarnos: ¿Por qué gritamos?
L. LV.